Seminarios Clínicos

Reseña de la clase del 18/4/08 a cargo de Graciela Do Pico

El día 17 de abril el CID Pergamino dio comienzo a las clases correspondientes a El seminario 10 de J. Lacan, el capítulo11: “Puntuaciones sobre el deseo” y el capítulo 12: “La angustia, señal de lo real. En esta oportunidad contamos con la presencia de la psicoanalista Graciela do Pico, quien en un clima ameno y cordial comentó que Griselda le había dicho que Pergamino había sido una posta en el ca mino real hacia el Virreynato del Perú. Utilizó, primero, la resonancia de la metáfora del “camino real” con la orientación de la experiencia analítica a partir de la angustia, en tanto brújula que no engaña. Orientación que no implica llegar a ningún lado; no se trata del camino de la autopista por la que queremos sí llegar a algún lado, que tiene un telos, fin, un ideal a alcanzar. Al contrario, el camino que cuenta es aquel que no lleva a ningún lugar o, mejor dicho, que lleva siempre al mismo lugar.

Se refirió, segundo, al tiempo de nuestra experiencia, el futuro anterior, el habrá sido, ya que no se puede hablar de la angustia sin referirse al tiempo. En “Función y Campo…”, la vía clásica, romana, de la enseñanza lacaniana, no la del camino real, en donde Lacan une lo más singular de la palabra con lo universal del lenguaje, dice (p. 228): “… me identifico con el lenguaje, pero sólo perdiéndome como un objeto. Lo que se realiza en mi historia no es el pretérito definido de lo que fue, puesto que ya no es, ni siquiera el perfecto de lo que ha sido en lo que yo soy, sino el futuro anterior de lo que yo habré sido para lo que estoy llegando a ser”. Tercero, habló de la repetición, a la que Freud elevó al rango de un principio y extrajo sus leyes salvándola de la negatividad de la experiencia analítica. Leyó y comentó un párrafo del libro de Kierkegaard, La repetición : “La dialéctica de la repetición es fácil y sencilla. Porque lo que se repite, anteriormente ha sido, pues de lo contrario no podría repetirse. Ahora bien, cabalmente, el hecho de que lo que se repita sea algo que fue, es lo que confiere a la repetición su carácter de novedad.”

Con estos tres puntos: orientación a lo real, el futuro anterior y la repetición, enmarcó la clase: “No tenemos nada bello que decir. Es de otra resonancia que se trata, a fundar sobre el Witz”. El Witz es ante todo algo nuevo en el decir: en este caso, el deseo del analista, y lo relacionó, como hace Lacan, con el deseo del enseñante y su diferencia con el profesor.

Se refirió al contexto político del psicoanálisis en el que se desarrolló el seminario calificándolo de clivaje: en noviembre, la única clase sobre los nombres del padre, el seminario inexistente, y el 15 de enero, inicio del seminario sobre los cuatro conceptos.

El eje de la clase fue el deseo del analista. Propuso un recorrido siguiendo la lectura de Lacan. Partió del deseo como metonímico que instala la falta en ser; la articulación del deseo con la ética; el grafo del deseo; el vínculo fundamental entre deseo y angustia; el lugar del analista en el grafo; la diferencia entre la demanda incondicional y la condición absoluta del deseo; la fórmula del fantasma, sus dos elementos heterogéneos, sostén del deseo; la satisfacción pulsional y el significante del Otro tachado.

En el seminario 10 se opera un viraje en la conceptualización del objeto a. Mientras que el deseo está en relación con el Otro, el a” es de alguna manera una transformación del goce del cuerpo propio, del goce autista, que Lacan llamó con el nombre freudiano das Ding , (p. 89, La angustia lacaniana , Miller). La angustia era señal del deseo del Otro, ahora la angustia es señal de lo real.

Ubicó al deseo del analista, que Lacan califica de inédito, del cual da testimonio al final de un análisis aquel que quiere hacer el pase, en sus dos dimensiones: una, como efecto de la experiencia de análisis y, dos, como condición para la práctica de un analista. Lacan postuló el deseo del analista como respuesta a lo planteado por Lucy Tower, Margaret Little, Barbara Low, etc., en torno a la contratransferencia. Para Little , el análisis es una reflexión mutua del paciente y el analista, es el espejo donde el inconciente de cada uno se presenta al otro. Inventa lo que llama la respuesta R , la repuesta total del analista a las necesidades del paciente. Se desvaloriza el inconciente, la interpretación. Es una práctica puramente intersubjetiva, empática, emocional. Por el contrario, el deseo del analista es donde Lacan cita a cada analista. En la medida en que se supone que el analista sabe, se supone también que irá al encuentro del deseo inconciente. “El deseo es el eje, el pivote, el martillo, gracias al cual se aplica el elemento-fuerza, la inercia, que hay tras lo que se formula primero, en el discurso del paciente, como demanda, o sea, la transferencia. El eje, el punto común de esta hacha de doble filo, es el deseo del analista, que designo aquí como una función esencial” (Sem. 11, p. 243). Al final explicó por qué el deseo del analista no es un deseo puro, como el de Kant, sino que es el deseo de obtener la diferencia absoluta, que interviene cuando el sujeto accede por primavera vez a la posición de sujeción a su significante primordial.

Lic. Ma. Teresa Pérez Delbene