Seminarios Clínicos

Reseña de la clase del 2/5/08 a cargo de Griselda Enrico

En su exposición fue recorriendo los cap XIII, XIV y XV, “la angustia entre el goce y el deseo”.

En sus comienzos hace una breve alusión al Congreso de la AMP, que había tenido lugar en esos días en la ciudad de Bs. As., del que luego en la segunda parte de la clase, hará un comentario Susana Besson, trasmitiendo lo sucedido allí. Griselda se recorre aspectos citados por Jacques Alain Miller en su conferencia del teatro Coliseo, acerca del debate con las neurociencias, la pasión por la evaluación, “la reglamentación de las psicoterapias” (Informe Inserm). Extrayendo de ello cierta claridad en relación a la política sostenida por éste, en la que si bien se plantea un ataque sosteniendo el debate, constituye ello un modo de hacer ruido y así, más que darle consistencia a la evaluación y su política, se hace consistir el Psicoanálisis. De esta lectura que hace, J.A. Miller, sostiene una táctica en la estrategia de transmisión del Psicoanálisis, su actualidad y su extensión. Nos dice Griselda que en el ruido ubicaría Miller la táctica (via imaginaria), y la política y la ética vía lo real.

Se traslada así a lo planteado en el Sem de La Angustia y nos dice permitirse cruzar las coordenadas del contexto actual con el contexto donde fue dictado este Seminario, en la pregunta por el amor, por el deseo, por la sexualidad, ubicando en la actualidad, con sus nominaciones y paradigmas científicos, como se intenta remitir a la investigación, a la evaluación, haciendo mención a un articulo publicada hace un año atrás por un psiquiatra inglés, al que se presenta como el Freud de los 90, en el diario La Nación , en el que se despliega un desarrollo de las neurociencias en relación a que “el amor obedece a las leyes de la ciencias”, siendo, nos dice Griselda, que seguramente resulta más sencillo ubicar el amor a nivel del organismo que meterse a desentrañar aforismos como “solo el amor permite al goce condescender al deseo”, que plantea Lacan a la altura de este Seminario. Comenzando así a inscribirse los tres términos Amor-goce-deseo que conformaran el eje de la clase desarrollada.

Señala el valor de este Seminario en su verdadero trabajo de excavación, haciendo alusión al trabajo arqueológico de los textos freudianos, en relación a como se va armando una construcción posible a partir de piezas sueltas, desordenadas. A partir de las que intenta hilvanar algo en torno a un vacío, presente, con anterioridad al momento de concluir. Momento éste en sus Seminarios, ”en su trabajo de excavación”, en el que su enseñanza, hasta aquí dominada por el significante comienza a mostrar un viraje hacia el predominio del cuerpo, yendo a las particularidades anatómicas del organismo, liberándose así el goce del falo significante y asomando los objetos “a” dando cuerpo al goce. Goce ubicado del lado del sujeto en tanto transformación del cuerpo propio. Ubica allí a la angustia entre el goce y el deseo, transformando el goce en objeto causa del deseo, lo produce, de ahí su carácter eminentemente productiva, y no señal al modo freudiano de la anticipación. Señal de lo real por un lado y a la vez productiva en relación a la causa que abre la vía del deseo al sujeto.

Gira su exposición, posteriormente, al menos fi, no ya como símbolo de la castración, sino como símbolo de la detumescencia del órgano al momento del goce, planteando allí Lacan la problemática del varón por el lado de no poder, que no funcione (en el camino del goce), mientras que para la mujer, a quien nada le falta (en cuanto al goce), nada pierde allí. Aparece ya aquí el falo no como significante sino como órgano, como señuelo que lleva a la impostura al hombre y a la mascarada a la mujer, en el caso de identificarse con él.

Así la angustia aparece del lado del hombre ligada no ya a la amenaza de castración sino a la potencia. Y en la mujer dice Lacan “la afecta más fácilmente”, estando menos sujeta a ella en relación al goce, pero más afectada por el deseo del Otro en tanto no sabe qué cubre y está ante Otro en falta. Hace allí referencias Griselda a un texto de Graciela Musaccchi, “Es la mujer mas angustiada que el hombre” en el que ésta, tras su desarrollo, concluye que en cada una la angustia no tiene medida común, reduciendo esta pregunta a la procedencia de la misma de la otra raza de discursos. Finalizando ya su clara y rigurosa exposición se sitúa en el desarrollo del fantasma del lado masculino que es el masoquismo femenino, fantasma de una mujer que gozaría, nos dice, siendo objeto del goce del hombre sin límites, esos límites que marca el menos fi, pudiendo reparar esa falta. En oposición, el fantasma del lado de la mujer, el fantasma del Don Juan, que es la imagen de ése, al menos uno, al que no le faltaría nada, pura imagen femenina. Se ubica en el lugar del Otro, como objeto absoluto, he ahí su impostura.

Para finalizar María Laura Melo aporta un comentario acerca del aforismo de Lacan “Solo el amor permite al goce condescender al deseo”, desentrañando esta frase enigmática que provoca interrogación. Ubica allí que tal conciliación de opuestos: goce–deseo, solo es posible en el sujeto habitado por una falta, deseante. Es necesario para que esta condescendencia suceda que el goce haya sido rechazado, perdido, separado del cuerpo por el Otro del significante y de la Ley. Así es necesario que el Otro se haga “a”, se aíce, pase a representar la causa de ese deseo. El encuentro, así, del deseo con el goce solo puede producirse bajo el signo de la castración y supone por cierto el atravesamiento de la correspondiente angustia. Y por ello entre deseo y goce, sino el amor, el grito desaforado y disolvente de la angustia. Del goce y del autoerotismo, por la Ley , al deseo que la Ley ordena. El goce sí, pero hacia fuera, no hacia adentro. Articulación posible entre amor y goce, por esto que no funciona de entrada, la satisfacción con este Otro que esta prohibida, emerge el amor y todos sus engaños posibles, que oculta, bajo sus dimensiones de engaño, al objeto “a” con sus velos. Insistiendo curar la herida de la castración.

María Laura Melo